“El niño de Turkana” es un esqueleto humano, que data de las etapas más tempranas de nuestra especie, y es el resto fósil más completo que, hasta la fecha, ha sido hallado por la paleontología. Su descubrimiento ocurrió en Kenia, al oeste del lago de Turkana, fue clave para que los expertos se percatarán que el Homo erectus (al que pertenece este ancestro) y el Homo habilis coexistieron durante una misma época, hace más de un 1.5 millones de años, lo que marcó un hito en la historia y devenir de nuestros antepasados.
De acuerdo a los registros fósiles, los restos del niño de Turkana -descubiertos en 1984 corresponden a la morfología de alguien de entre 8 a 13 años. Para los especialistas, desentrañar los enigmas que guardan nuestros ancestros resulta difícil, ya que por más bien conservados que se encuentren, hay zonas óseas complejas de medir, pues muchas de ellas no contienen la información anatómica suficientemente enriquecedora.
Por ello, el estudio de este fósil no fue tarea fácil, pese a ser el más completo, la caja torácica y costillas no estaban del todo intactas, sino que faltaban algunos fragmentos de ellas.
Otra de las dificultades a las que se han enfrentado los estudiosos es que la caja torácica ha sido poco estudiaba, por lo que las herramientas y métodos que estudian restos fósiles habituales, como cavidades craneales, cerebrales y nasales, son insuficientes para su investigación.
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Otro de los retos tiene que ver con la propia naturaleza del tórax, ya que consta de 26 huesos, repartidos en 24 costillas, 12 vértebras y un esternón, huesos completamente distintos, pero que lucen semejantes entre sí.
Durante un tiempo, se creyó que el niño de Turkana padecía enanismo o escoliosis -deformidades en la columna cerebral-. Este supuesto trastorno congénito mantuvo marginado a este fósil, ya que para las y los investigadores representaba sólo a un pequeño número de su grupo. Sin embargo, en un estudio realizado en el 2013, as y los estudiosos sugirieron que las cualidades en su composición ósea no eran más que un distintivo y no una enfermedad.
“Hasta ahora, siempre se pensó que el ‘Turkana Boy’ era patológico”, dijo Martín Häusler, médico y antropólogo físico de la Universidad de Zúrich.
“La columna era algo extraña, por lo que no podía usarse como modelo comparativo para la biología del Homo erectus porque era muy patológico”, profundizó el coautor del estudio.
La idea que el niño de Turkana sufría de una patología se legitimó, ya que no se contaban con datos sobre el tamaño del Homo erectus adulto y sus patrones de crecimiento.
Cuando murió, medía aproximadamente más de metro y medio. Un estudio de 1993 estimó que, si el niño de Turkana hubiera vivido, habría crecido hasta una altura de un metro 82 centímetros y un peso de alrededor de 68 kilos. Estos resultados fueron posibles a través del estudio de los dientes del niño.
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Dichos indicios -estiman los expertos señalan que el Homo erectus habría experimentado un crecimiento acelerado, a partir de la adolescencia, del mismo modo que hoy ocurre con el ser humano contemporáneo: “se habría producido una transición hacia un crecimiento y desarrollo semejantes a los de los humanos en la evolución de los homínidos” como uno de los pasos más trascendentes de la evolución humana descubiertos, destaca la investigación, retomada por “Science news”.
Pese a que con los años, las creencias e hipótesis en torno a la evolución de nuestra especie inspirada en el niño de Turkana aún hoy, a 14 años que fuera exhibido por vez primera, sigue generando controversia, pues no queda completamente claro si sus proporciones se debían a un proceso precoz de crecimiento, durante la adolescencia, como pasa con los primates o fue el gran paso que los llevó a desarrollarse como hoy día lo hacemos, por ello, la existencia de este fósil es todavía un enigma por develar.
*IR