A inicios de esta semana, el Banco de México (Banxico) informó que nuestro país recibió 12 mil 521.39 millones de dólares de paisanos residentes en el extranjero en el primer trimestre del año, lo que representa un aumento del 17.95% con respecto a lo recibido durante el mismo periodo del año anterior, es decir en 2021.
Esta cifra por sí sola es positiva, sin embargo, no enmarca la gran importancia que las remesas tienen para México y mucho más por el contexto al que actualmente nos enfrentamos como nación.
Hay que considerar que México es uno de los principales receptores de remesas del mundo y el mayor receptor en Latinoamérica, en donde se reciben cerca de la mitad de las remesas enviadas a esta región.
En este sentido es que, a nivel mundial, México ocupó en 2021 el tercer lugar como mayor receptor de remesas tan sólo detrás de China e India, de acuerdo con el Anuario de Migración y Remesas elaborado por la CONAPO y la BBVA Research.
Además, el país es parte de las 10 naciones que concentran el 51% del total de ese flujo, pero a diferencia de otros países de América Latina, como Honduras y El Salvador, la dependencia de estos ingresos no es tan alta debido al tamaño de nuestra economía.
A pesar de ello, son la segunda fuente de ingresos en dólares para el país, lo cual no es poca cosa, ya que superaron la inversión extranjera directa o los ingresos obtenidos por turismo, lo cual ayuda a la economía nacional de manera muy importante. Es así que las remesas representan el 2.7% del Producto Interno Bruto, de acuerdo al Banco Mundial.
Incluso, pese a la pandemia, en 2020 las remesas en México crecieron 11.4% y llegaron a 40 mil 601 millones de dólares.
Ciertamente las remesas son uno de los principales productos de la migración y es a través de ellas que muchos paisanos mantienen contacto con sus familiares en el lugar de origen.
Tan solo en los tres primeros meses de este año, la remesa promedio individual fue de 380 dólares, con lo cual se superaron los 365 dólares del mismo trimestre de 2021, además de que el número de operaciones pasó de 29 mil 83 millones a casi 32 mil 93 millones, la mayoría de ellas a través de transferencias electrónicas.
Dichos recursos llegan directamente a miles y miles de hogares para los cuales constituyen una importante fuente de ingreso, ya que se ocupan principalmente en la alimentación, la salud, la educación, el pago de deudas (muchas de ellas adquiridas al momento de migrar) y, en general, en la satisfacción de sus necesidades básicas.
Es por ello que las remesas reducen la pobreza y la desigualdad, ya que incrementan las posibilidades económicas de estas familias, mejoran su acceso a servicios básicos, les permiten tener un mayor consumo e invertir en educación. Asimismo, estos recursos generan desarrollo en las comunidades receptoras, ya que los hogares que las reciben suelen ser aquellos más vulnerables, pues se calcula que el 45 % se encuentran localizados en áreas rurales.
Bajo este panorama no se nos puede escapar que hay retos muy importantes. Justamente en el 2020, como diputado federal, tuve la oportunidad de poner uno de ellos sobre la mesa de análisis, como fue la petición a la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) para vigilar las comisiones de las remesas, por parte de los bancos y casas de cambio entre otras instituciones, con el fin de proteger los derechos de las y los usuarios, así como de sus familias.
En por ello que considero como una medida muy favorable el anuncio del Gobierno Federal del programa “Remesa Paisano”, el cual -de acuerdo a lo informado por las mismas autoridades- facilitará el envío de remesas desde el lugar donde se encuentren los connacionales y sin comisión alguna para sus familiares en México. Con ello se pretende que los connacionales puedan realizar la transferencia de su dinero, hasta por 7 mil 499 dólares, a un monedero electrónico que su familia recibirá en la sucursal de Telecomm cercana a su lugar de residencia.
Es así que, ante la gran importancia de estos ingresos, mi llamado es a no perder de vista las estrategias que se deben emprender para lograr que su impacto supere la temporalidad del corto plazo y avance al impulso del desarrollo firme del país.
No dejemos de lado que vivimos una época de turbulencias, en la que los estragos de la pandemia no han terminado, ni tampoco los emanados del reacomodo geopolítico, dentro de los cuales ya padecemos una marcada inflación a nivel mundial.
Hoy más que nunca las remesas, además de servir para afrontar los gastos inmediatos de muchas familias, deben aprovecharse para invertir en actividades productivas e incluso empresariales, a través de las cuales se fomente el empleo y el crecimiento económico tan necesario en nuestro país.
*IC