“Ustedes sí van a abrazar a sus hijos en la mañana”, reclama el padre de Ángel Yael a oficiales de la Guardia Nacional
“Yo mismo pagué la pinche bala con la que mataron a mi hijo” gritó Gerardo, padre de Ángel Yael Ignacio Rangel, joven estudiante del cuarto semestre de Ingeniería en Agronomía de la Universidad de Guanajuato, plantel Irapuato, asesinado la tarde del miércoles por un elemento de la Guardia Nacional.
En las manos Gerardo sostenía la texana café cubierta de sangre que minutos antes su hijo portaba, ante la impotencia de ver a lo lejos el cuerpo inerte de su único varón que fue asesinado por las fuerzas federales sin motivo alguno, como más tarde lo confirmó la misma corporación en un comunicado de prensa.
“Ángel era un joven entusiasta, tocaba la guitarra clásica, tenía muchos sueños, era muy inteligente, quería estudiar, tenía muchos sueños y metas. Una persona recta, un buen primo”, compartió Moisés, primo de Ángel.
Del ataque registrado en las inmediaciones de la comunidad El Copal, donde está la sede de la UG de Ciencias de la Vida, Edith Alejandra, también estudiante de la Universidad de Guanajuato, resultó herida, aunque ya la reportan estable. De los 12 jóvenes que se encontraban en ese momento conviviendo, cuatro fueron agredidos por las fuerzas federales que hacían un recorrido por la zona en la que se encuentra un ducto de Pemex.
Los reclamos del padre de la víctima a la Guardia
A las 19:28 horas del miércoles, Gerardo increpó a los agentes de la Guardia Nacional que resguardaban la escena del crimen: “ustedes sí van abrazar a sus hijos mañana”, mientras a escasos metros el personal de la Fiscalía General de Guanajuato realizaba el peritaje. El cuerpo de Ángel quedó en el asiento del copiloto.
Horas antes, a las 16:35 horas sobre la calle Copal de la comunidad que lleva el mismo nombre, su hijo Ángel junto a otros 11 compañeros del mismo grupo recién salían de una barda -centro de convivencia- que se ubica a escasos 400 metros de la oficina del rector del campus Irapuato de la UG, mejor conocida como el casco de la hacienda, donde un grupo de estudiantes realizó una fiesta.
Al terminar el convivio, cuatro estudiantes abordaron dos camionetas. Ángel subió con tres compañeros, incluida Edith Alejandra, a la camioneta Eco Sport blanca con placas de circulación GKD-623-C del estado de Guanajuato. Estaban por dirigirse al llamado casco de la hacienda, cuando un convoy de elementos de la Guardia Nacional pasó por el lugar y al ver que las camionetas arrancaron, uno de los elementos de la Guardia Nacional disparó contra los estudiantes.
Al oficial agresor le leyeron sus derechos, lo desarmaron y quedó detenido, lo subieron a una patrulla de la misma Guardia Nacional, ahí se mantuvo hasta que la población y familiares de Ángel reclamaron el actuar del elemento.
Al Copal llegó Gerardo, padre de Ángel, desesperado cruzó la línea que resguardaba la escena del crimen intentando llegar hasta el cuerpo de su hijo.
Con enojo e impotencia enfrentó con palabras a los elementos de la Guardia Nacional, “¿dónde está mi hijo?”, cuestionaba mientras policías municipales y personal de la Fiscalía trataban de calmarlo.
Pero el interrogatorio a modo de reclamo continuó: “que te maten un hijo, dime, cómo lo enfrentan. Suéltenme, suéltenme, ustedes lo mataron. Pónganse en mi lugar”. De frente a elementos de la Guardia Nacional cuestionó: “¿quién lo mató?, que maten a un hijo, dime cómo lo enfrentan, que te maten a un hijo, suéltenme, lo quiero ver”.
Un vecino de la comunidad se unió al dolor de Gerardo y cuestionó, “¿qué se siente haber matado a un estudiante? ¡Mátennos a todos si quieren, culeros!”.
Entre la multitud, una mujer también reclamó “dónde deben de sacar las armas con gente mala, no la sacan”, pero los elementos de la Guardia Nacional solo observaban sin responder, algunos agacharon la cabeza, otros más se mantuvieron de espaldas al padre de Ángel y habitantes de la comunidad que durante décadas ha convivido con jóvenes que llegan para estudiar en una de las divisiones que tiene la UG.
Apoyo total a las víctimas
“No nos dejen solos”, solicitó la progenitora de Ángel horas después del asesinato de su hijo, mientras ingresaba al casco de la Hacienda del Copal, donde se localizan la oficina del rector del campus y los salones donde su hijo tomaba clases.
Al interior ya la esperaba el rector de la Universidad de Guanajuato, Luis Felipe Guerrero Agripino, quien, tras lamentar el hecho dijo a la familia de Ángel: “no escatimaremos ningún apoyo, el que se tenga en la institución y si no, lo conseguiremos”.
Sobre Edith Alejandra -quien se encuentra estable- y los otros 10 estudiantes, aclaró que todos estaban conviviendo, “no había motivo alguno para que fueran agredidos. Estaban conviviendo y fueron agredidos”. Cuatro fueron los afectados.
Postura de la Guardia Nacional
La Guardia Nacional, en un comunicado, indicó que personal de esa corporación “observó dos vehículos estacionados en un camino de terracería sin poder identificar a sus ocupantes, quienes al percibir la presencia procedieron a retirarse del lugar de manera precipitada, motivo que provocó desconcierto e incertidumbre entre los miembros de este Instituto Policial”.
“Derivado de lo anterior un elemento descendió del vehículo en el que se transportaba y de una forma unilateral accionó su arma de cargo en contra de las camionetas que se retiraban”. Sin embargo, aclaró que “no tolerará ninguna violación a los Derechos Humanos”.
El gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, la alcaldesa de Irapuato Lorena Alfaro, y varios personajes de la política, así como el Centro Prodh recriminaron el uso excesivo de la fuerza.
Por su parte, Vicente Esqueda, titular de Derechos Humanos del Estado de Guanajuato, informó que se inició de oficio la investigación 439/22-B tras el asesinato, misma que se remitirá a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Edith Domínguez. Con información de Carmen Pizano | POPLab.
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